martes, 10 de abril de 2018

Vestidos


Miren la cicatriz de la vida en los brazos
el color intenso del golpe sedoso que beso los mentones partidos
el sol que apaga el puño que late el pulso sin vestido en su muñeca,
no teman si han de ver al meñique embriagado de odio en su juicio
las horas reman el tiempo que desaparece vergüenzas y sentimientos,
reloj estéril de los vientos favorables aparta las agujas de las granjas
pronto los cuervos morirán de hambre cuando las palomas queden sin alas.

¿Cual es la envida que se respira si todos podemos volar en el mismo cielo?

Además llorar y llover como burla al invierno que se viste frente nuestro,
los frenos singulares que hallamos tallados en la cartera de la calamidad
nos sirve de referencia para desclavar clavos incrustados en el alma
callos que a raíz de una fotosíntesis sin clorofila sepultaron las flores.

¿Que podemos brindar al prójimo si el amor se extinguió en nuestra fuente?

Las risas que soltamos derrepente por las caricias de la plenitud y el placer
podría servir de zumo para quienes nos esposan con la interesante cuestión
de quien podremos ser en sus vidas llevando el girasol muerto en el bolsillo,
ahí esta el tormento... justo en la palma de la mano herida creando un hoyo
donde el ojo caerá si sacamos a respirar al recuerdo antaño que nos aqueja,
aprendamos a olvidar los arco iris del ayer que nacieron de la casualidad
pues raras veces las nubes bajan a descansar en la tierra esta del paso,
no podemos obligar que se comprometan con el paisaje de los proletarios
porque en el vacio abunda el eco del corazón que patea con ventaja
pues la muerte regala unos minutos para saborear la última manzana caída tenemos que conformarnos con la cosecha de los otoños maldecidos
amando sin temor por las veces en las que hemos sido traicionados
sonriendo en agradecimiento por poseer las cualidades que otros desearían
y olvidar el rencor por los besos que te dio la vida que no pudiste enamorar.





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