sábado, 2 de junio de 2018

Bellido

En el coliseo de voces románticas se escudan los fumadores
que estriñen la pipa con la flor rosa que perdío lo verde,
se sabe que las palomas llueven a cántaros en invierno
pues el cielo se enferma y vomita su maquillaje alaciado,
sus brazos tatuados con rostros amargos
dejan mucho que decir de su compromiso
el cuál en días de guerra prometió
aquélla vez que beso los pies de Natura,
la vieja mecánica de arbustos castrados.

Los soldados de la paz inspirados por el amor
luchan con el corazón de jade y la belleza.

Los senderos lujosos que la tentación alumbra,
árbol de Diana, si es preciso en la feria del calor
idioma del prado prohibido, oeste del leviatán
sé oyen disparos de bocas preñadas en caos
luces de albañiles soberanos de Alejandría.

El ahijado de las terrazas verdosas,
los clientes de los dragones hambrientos,
los Sergios van de lado a la gruta del río
donde el oro agoniza sus respiraciones
y la camada de corderos festejan la pólvora
de rifles ahumados que danzan la riqueza,
siendo el manjar de tribulaciones pobres
soñadores de plata, corazones de Robín.

Su bienestar... la ayuda... su alteza
coronó los conos que anidaban estómagos falsos
los dientes de hojalata sudaban el trigo
los niños gordos brillaban sus cachetes monedas
al menos algo bueno dejo el rastro Napoleón
por las tierras hebreas de nuestras hermanas.