domingo, 6 de mayo de 2018

Barbián

La cicatriz de la amapola y la mariposa
estampa de la mas preciada natura,
madre de la fauna que hoy le es malagradecida
y no es casualidad su casualidad
la causa de un pentágono vegetalista
que alimenta por el hocico y por el iris
con mierda y dignidad premonitoria
a una acción de acefalía destructora
que rasguña las esperanzas de ardan
al camino del viaje de los dragones,
la resurrección del amor en los tormentos,
las crónicas que dejarán las guerras frías
que se gano la atención de las cebras blancas
que practican con la pintura negra
en la boca del lobo, ciudad de los pétalos.

Una canción acompañaba los aires
que endurecían los cuellos en calambres poéticos,
los pechos frescos de los leones, reyes de la jungla,
la melana dorada del respeto, pelo carnívoro,
se sabía que una vez que el diluvio
amenazó profundamente el rincón del crujir
los animales lucharían eternamente por su mundo
y las fábulas entorpecerían el legado de los dinos
sus padres de antaño al prisma de teorías.

Los arbustos pesados en el desierto mas liviano.

El sol y la luna fijan el cielo rojo en el año cero, Génesis.

¿Pensaría el ovíparo el nacimiento de sus pestañas
como los hijos de sus párpados resecos
que la lluvia rego a propósito del invierno?

Pues, entonces detendría la presión de la sangre
que se encamina con los pensares al cerebro,
el minuto de silencio para sus allegados ha llegado
por su insana visión a los cerros de las preguntas
donde fallecen las aves de dos picos
que solían verse en aquel momento
donde además esperar en una cima
era la idea mas errónea para ciertas presas.

¿Donde estaba la enseñanza de la crónica viajera?

Las primeras contradicciones nacían de los sauros.