martes, 26 de junio de 2018

La Farfulla


Dicen que la merienda construida por los enanos ayer por la octava primavera,
estaba ardiendo y que el fuego encontró su camino entre las ascuas,
yo no sé que tan precipitado sea evocar a los lanceros para calentar la culpa,
en el blanco de un inocente que apenas sonríe como los padres de tus padres,
si alguien fue el culpable de la erupción de la cólera del volcán, su ira entre las musas,
entre lo poco que queda de este humilde pueblo que tristemente puede señarlarse...

¿Porque tildar al vecino del invierno que guardó pan para mayo en abriles secos?

El mismo que barrió sus pasos de la arena debe ofrecerce a los desiertos,
no debe aprovechar el descuido de la aurora para arrebatarle su color
simplemente hacer lo que el sol haría si un delfín cruzara el triángulo.

Quiere decir que la alma que huyó del panteón tiene que aceptar su equivocación,
la sombra que abandonó el cuerpo de un campesino con el que contaba cartas,
el cordero que vendió a su dueño, la madre que mató a su hija, el peón que engaño a la reina,
las palomas que nunca vieron nada, los pergaminos de barro sin autor,
los cielos de puertas cerradas, las risas en los llantos y la maldad en la bondad,
los cónyuges de mal apellidos, los tratos pactados sin el llamado a la sinceridad,
los pasos mal contados,  los pensamientos que nos convirtieron en sus esclavos,
el espejo del vacío es otro vacío, otro cielo, otro mundo, otro fraude, otro yo.

Al que le pese la cruz que dé un paso al costado que los cuervos tienen hambre,
el inocente ensangrentado logrará pronunciar las gracias al saciarse de justicia.