martes, 24 de octubre de 2017

La Patilla de Francia

Los galones psicodélicos
imprimen al capataz
la fuerza en la hombría
y el aliento de coronel.

No necesariamente
tiene que ser buen hijo de la patria
ni el aborto de su bandera.

Si hace el bien
con el fino glamuroso
ha de cantar las vocales desnudas
en su lengua previa.

En su pecho cantor
reventara el himno.

Sus manos
se convertirán
en monumento.

Las cadenas
serán hilos
de un títere inerte
que camina boca abajo.

Su mujer,
corcel blanco, le enseñara
el fósforo del cerebro
cuando le escriba un poema.

El tendrá miedo
como si no fuera poeta.

La amará mas que ayer
por verla agonizante
coqueteando con la muerte.


¡Ay la poetisa dirá Francia!


Eh,
el veneno del alce
goteando
en el carrusel de los ciegos.

La tarde es un teatro
donde se improvisa la vida
en la avenida
cagada por las palomas con lentes
para vernos mas cerca
a la hora de afinar su puntería.


¿Y donde quedo el capataz?

Pregunta
el puente que aguarda
la promesa de los novios
y cadáveres de vinos tintos.


El color del poema, la patilla del pasto.


Los arboles
se dan la mano
bajo tierra
en otoño.

¿Y quien
me da a mi
el silencio
en una palma
que corre
de los miedos
en carruajes
de cuerpo?

Al parecer
alguien ah dejado
este mundo,
junto con millones más.


Al parecer nos están dejando.