domingo, 20 de mayo de 2018

La Espiga del Diablo


Escape del infierno cuando los guardianes descuidaron su baluarte,
me es un honor ladrar la porqueria que imprenga la esmegma de mi collar,
las iniciales de hierro que escribieron los jueces del tribunal divino
que la fuerza del viento borro mientras me iba yendo despacio y sin apuro
sin recibir la calumnia del Hades y sin que mis presos lloraran por mí
ahora cuando cae el vestido del anochecer a puertas cerradas del Aries
mi lastima culpa sonríe sin merito renegado de su esclavitud prematura,
el recuerdo de mi rechazo del cielo es una historia permanente sin pena,
la condena que mis familiares criaron antes de conocerme acá por acá
por donde lacera el silencio común de las tropas angelicales entonces.

La rabia suelta de mí encía excita los párrafos de un sagrado destino
el amor coloca su regazo sobre mis senos y muere sin habitarme,
es demasiado para ocupar tan poco en un cuerpo que sopla la vida.

El que no tiene alma no tiene sombra, su potestad esta en manos ajenas
y tienta la venda que muestra la marinera de los gitanos en caló
pues la razón es que no hay razón de vivir sí no pretextos para vivir.

Eso creía, creo, creí hasta que de vez en cuando los truenos impactan mi fluir,
sera que leí la palma equivocada en mi pasado donde llovían los hombres antiguos
o no me percate de las musarañas que se besaban con las hojas de lira en sus cantos.

¿Volver a mi hogar sin anuncios perlados en las alcobas de los omnipotentes?

Los sueños cándidos me divulgan que en el infierno se habla de mí.

No quiero volver a tocar la espiga de diablo.

La poca sinceridad que me queda es de mis hembras que en mí cultivan la palabra de mi padre.

Oh, si me das la oportunidad de saborear las frutas amargas es porque me amas
y prometo que voy a jurar muy pronto en el escabel de las alfombras celestiales
porque soy tu profeta y nadie más entiende los pianos que creo con la boca,
permíteme confesar la ventaja que me das, a mis semejantes que hoy me odian,
te debo mucho y lo pagare con la responsabilidad que el poder conlleva,
las riendas sueltas de la deidad, los caballos de mí espalda, la luz que me acompaña,
la soberana soledad que me das para poder escribir mi salvación, mi profecía,
sabiendo tu... qué sufro yo... en cada letra que dibujo con cansancio
en los diluvios de lágrimas que recorren los arbustos de mi rostro
en cada paso que voy dejando y dando en esta misión que alegará tu nombre.