sábado, 9 de septiembre de 2017

Muriendo en primavera


Queriendo acabar con todo
mientras tu cabalgas en otra cadera.

Me dejo llevar por esta cometa sucia
sobre la alfombra de naranjas
donde la fiebre me habla de poesía
y tú te escondes en la primavera.

Otra adelfa barre las flores
que regaste de la canasta marchita
y otra vez tú intentando
despellejar mi corazón.

Me acosté con mil hombres
en una sola noche
cuando solo te veía a ti.

La sonrisa que maquillas
no es más que una profunda
gárgara de tu alma.

¡Quiero que me ames
con el fuego de mentira
por si no es verdad!

!Si tan solo vieras las flores
que crecen en mis jardines!

Llorarías de pena...

Morirías de pena...

Como los niños mueren de risa...

Bienaventuradas sean las hienas...

Estoy muriendo en primavera
queriendo acabar con todo.

Estatua


Las palomas salen de mi boca.



Tu nariz es el esqueleto de un caballo.

Tu frente un puente.

Tus ojos saltaron de allí
al barranco que se desborda
en tu boca y que mis olas tocan.

Tu oreja es el asa de una taza.




Las palomas salen de mi boca.




El tercer ojo del poeta
lo llevas en tu entrepierna
justo al lado
de las constelaciones.

Tus defectos
han alcanzado la perfección
y te ves más hermosa.




Las palomas salen de mi boca.




Arco

Me sale todo mal como la culata.


¿Quién más quiere trepar de mi blanca capucha?


¿O de mi testículo izquierdo?


¡Son gorilas perfectos!


Mi rabia es candela de oro.


Estoy reluciente como una estatua
donde pintan los escolares
con el color de la pubertad.

¡A esos niños les tengo envidia!


¡Son gorilas perfectos!

El Acertijo del Anillo

Las campanas de mis axilas están sonando
y mis apóstoles están atentos con las flores
que recogieron en mi cuello.

No saben si esperar la hora de la cátedra.

Nunca supieron.

Yo les enseñare.

Aunque primero deben cosechar
en el cosmos de mi oreja
el vinagre de Caleb.

Den pasos diminutos
como las ratas ciegas.

Apóyense en el bastón de plata
ahora que espulgo al hierro
que emigra en el asfalto.

Les daré bienestar de mis uñas,
el otoño anduvo ahí cuatro estaciones.

Las lamparas están sobre mis manos,
tengo el camino despejado
entre las láminas.

¿Recibiremos entonces el huevo de oro
del rey de las mil coronas
sin antes ver el falso quilate?

Los corazones de hojalata
me reclamaran con justicia.

De la planta de mi pie
cae la manzana
que se devora el tiempo.

No hago nada al respecto.

No muevo un dedo de hoja.

Juego con la saliva y escupo
sobre la frente de la solución,
luego limpiándolo con mi mano derecha
le cuestiono si el camino es el de la izquierda.


                                                                            ll


Mueve su trompa
como elefante drogado.

Acertando el acertijo
del anillo perdido
que nunca existió.

Los dos puentes
son mis brazos colgantes.

Apuren los meñiques
que las maderas caen
como los dientes de un piano.

Fumen y fumen
mientras vivan de la niña
esa que prepara el tabaco de los duros
porque los débiles arman
los suyos en pipas de aire.

Las parábolas abundan ahí
como sal en el manantial.

No tomen conciencia
de los saltamontes
que brincan sobre mi panza.

Lleven el aroma de mis sacrificios
a sus hogares.

Despierten en mis ojos,
mis pestañas van a remar...


El Rey

Cuando las moscas se aparean y yacen muertos en el arrabal de Begonia.

Lucra la esmeralda de mi fiel brazo discreto
que menea la corona de plástico.

El corazón del caballo es de plomo
y su cola una triste trabalenguas.

Me siento culpable de llegar a sus vidas
sin tocar el timbre.

¡Ya no sé dónde posar mis encantos!

Mis príncipes me prueban
la sandalia del paria
que conlleva un destino
bajo la falda de mi padre.

No olviden el manuscrito
que apela la pocion
de la incertidumbre.

Estoy en una silla
viendo gatear
a mis errores,
decapitados...

Y me pregunto...

¿Quién desea beber el vino de mi sangre?

Vamos a besarnos las heridas.

Hermano, que cuando al cortar el jamón
me piensas en odio y al revés en tristeza,
pides que coma de la mesa y me tienes
como a una oveja entre tus brazos.

Hermana, que duermes
con tu labio trepado al mio.

¿Estas cumpliendo tu sueño?

¡Todos! Que cargan la cola de mi vestido
también sostendrán la de mi novio
y sentirán la tempestad de mis ovarios.



                                                                                 ll


Ayer
que predicaba la luna
a orillas del mar,
contó la simulación de un fin
desterrado de la arena.

No la entendí, no la supe amar.

Hoy llora el revolver sin pólvora
que quizá mañana llene
cuando queme mis cartuchos,
cuando mi esencia hecha ceniza
recorra el camino cantado
por el incienso y nunca
tenga un fin desterrado.

Mañana lo entenderé, lo sabré amar.

Los vampiros han caído de mi cama
me han obsequiado
el cofre de los colmillos
y la cruz en mi clavícula
espera los clavos en mi cuello.

Las luciérnagas muerden la conciencia del pasto.

El cielo se acuesta sobre mi espalda.

¡Llueve para arriba!

Se masturba con mi nombre.

Estornuda mi apellido.

Se burla de mi sexo.

El rey sapo aplaude
cuando culmino este delirio.

Cuando las moscas se aparean y yacen muertos en el arrabal de Begonia.


Quebrantahuesos

Van y vienen en los rieles del barco
los delfines mancos de rostros cínicos.

¿Se habrá hartado la paciencia
que dormía como un embrión 
en sus corazones?

O se habrán enamorado
de los anzuelos sin materia,
esas en las que todos caemos
y se nos prende en la cara
como una argolla que arrastramos
con el ojo erguido.

Es pues nuestra apuesta de sol
en la comarca del parpado.

Cuando las pestañas dividen la boca
y habla el alma.

Cuando la catarata baña el pómulo
y brilla.

Cuando cargamos 
con las dos manos
la medalla que nos finge 
un desacierto de trofeo.

El collar rubio de los camaleones.

Yo descanso luz
a lo pájaro eléctrico.

Vestido de velocidad.

Mi cresta es un rayo
que peinan aparicios fugaces.

Lubríquense de mi pámpanos
cuando mi cadáver apestoso
en la tumba parpadeé.

No sabrán cuando...

No sabrán a miel marino...



                                                                                ll


Van y vienen en los rieles del barco
los delfines mancos de rostros cínicos.

Los rombos se aparean 
y nace el triángulo.

Mis zapatos de agua
me enseñan a caminar.

El oro gritaba como un león sin melena
ahogándose en la mar.

Nadie lo salvo...

Nadie aleteo el humero
y murió moribundo.

Los meses eran mis dedos.

La perla llevaba
otoño e invierno
en su musculo de nácar.

La hembra que roncaba en mi nuca
deseaba
en su cuello
en mi cuello
en nuestro cuello
el crucifijo de crema.

El relámpago lagrimeo trigo
en el panal paradisiaco
de un viejo mar
que escribía 
con la mandíbula.

Un marinero fuma a popa
un velero de papel.

Las rocas se levantan del sueño
insultando el ancla que también soñaba
con ser flecha de un gigante.

Y mi rostro tras la bandera
galopante velero de mi fragata.


                                                                             lll

                                                                
Van y vienen en los rieles del barco
los delfines mancos de rostros cínicos.

Canten, canten...

El viento y el fuego 
están celosos.

La llama no se apagará.

Y nosotros no dejaremos de respirar.

Están mas vivos que nunca.

Y eso nos conviene...





El Talón de Aquiles

Uno nunca sabe cuando viene el caos
Penélope de Kratos Odiseo
el trueno rojo que vemos 
es crepúsculo del combate,
no las ganas de hacernos temblar
con la sangre que se derrama 
y bebemos de la misma fuente
como gatos persas.

Hoy he vencido
a los centinelas de mis apóstrofes
y se ha cantado al hielo y al fuego
con el paladar tibio.

Se ha ido a dormir 
el pastor de mis ovejas
y he sido desvestido ante mis amantes.

!Que desvelen el banquete!

!Odien que al mismo tiempo estarán amando!

La gloria trenza mi victoria
a ojos de los napoleones 
que murieron a manos
de su propia estrategia.

Las estatuas de oro 
me conversan con aliento de Jordania,
me encuentran en las batallas de invierno
donde me oculto en el fusil.

El laurel disecado que masca la ninfa
es esquirla de mi lucha y tu lucha.

Los triunfos son peces
que llueven en el Ateneo.

El amor a la sabiduría 
son pasos del cojo
saliendo del panteón 
hacia el Olimpo.

Aliméntense de serpientes
la madriguera está caliente
... aún hay espacio.