sábado, 9 de septiembre de 2017

El Rey

Cuando las moscas se aparean y yacen muertos en el arrabal de Begonia.

Lucra la esmeralda de mi fiel brazo discreto
que menea la corona de plástico.

El corazón del caballo es de plomo
y su cola una triste trabalenguas.

Me siento culpable de llegar a sus vidas
sin tocar el timbre.

¡Ya no sé dónde posar mis encantos!

Mis príncipes me prueban
la sandalia del paria
que conlleva un destino
bajo la falda de mi padre.

No olviden el manuscrito
que apela la pocion
de la incertidumbre.

Estoy en una silla
viendo gatear
a mis errores,
decapitados...

Y me pregunto...

¿Quién desea beber el vino de mi sangre?

Vamos a besarnos las heridas.

Hermano, que cuando al cortar el jamón
me piensas en odio y al revés en tristeza,
pides que coma de la mesa y me tienes
como a una oveja entre tus brazos.

Hermana, que duermes
con tu labio trepado al mio.

¿Estas cumpliendo tu sueño?

¡Todos! Que cargan la cola de mi vestido
también sostendrán la de mi novio
y sentirán la tempestad de mis ovarios.



                                                                                 ll


Ayer
que predicaba la luna
a orillas del mar,
contó la simulación de un fin
desterrado de la arena.

No la entendí, no la supe amar.

Hoy llora el revolver sin pólvora
que quizá mañana llene
cuando queme mis cartuchos,
cuando mi esencia hecha ceniza
recorra el camino cantado
por el incienso y nunca
tenga un fin desterrado.

Mañana lo entenderé, lo sabré amar.

Los vampiros han caído de mi cama
me han obsequiado
el cofre de los colmillos
y la cruz en mi clavícula
espera los clavos en mi cuello.

Las luciérnagas muerden la conciencia del pasto.

El cielo se acuesta sobre mi espalda.

¡Llueve para arriba!

Se masturba con mi nombre.

Estornuda mi apellido.

Se burla de mi sexo.

El rey sapo aplaude
cuando culmino este delirio.

Cuando las moscas se aparean y yacen muertos en el arrabal de Begonia.


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