martes, 10 de abril de 2018

Trofil


Contemplar la hoja caída de mi cuerpo
alivio en saoco de la saeta que asienta mi pésame
y el sastre de la tribu incestuosa rasguña herencia
que los hijos dejaron en la memoria del cacique
y la rapiña maldice a cántaros su tierno cacareo
que excusan las otras patas que blasfeman acabo.

La comunión de los pájaros celestes
y las lágrimas empozadas en sus nidos
y las hierbas que se pudren en juramentos,
Oh no y yo que hago existiendo a otro ser?
si el cazador de sombras viene por mi
y yo espero bajo el sol.

Driblando minuteros, señor del acordeón,
seguro en la capilla de los orígenes del alma mía
resucita la diosa fortuna en bálsamos y cócteles
trazando epígrafes minuciosos para dedos heridos
sordos de ausencia prima logrando gozar mi festival
y en tercas posiciones patea el feto de la enemistad.

Se pudre la columna del olimpo
ladro el apellido de la madre que muere
en el nacimiento de un ruido infante
despotrica la caldera de mis nauseas
asfixiante sal de la brava postiza
este del mentor de mi mala sangre.

Luciérnagas pasean la cuenca tibia
sepultada creencia del animal perfecto en manso
reniega eclipses en las córneas de los elixires
subyugando las cadenas erratas débiles del enjambre
que amordazan mi cráneo en euforia del bastón
santificando mi ojeada lápida polvorienta en ayunas.


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