sábado, 16 de septiembre de 2017

Paciencia

A mi hogar no nos visita la felicidad,
el señor odio sigue ahí
en el mismo sofá donde lo vi
hace diez y siete años al llegar,
me miró y cruzo de piernas
después de sonreírme hipócrita,
ahora nadie lo puede mover,
el se oculta en los corazones.


Hasta el día de hoy guardo un asiento
lejos del egoísmo y la envidia
para que la felicidad se siente
y predique a mi familia.


Como un Eclesiastés en carne viva.

Como la visita de un testigo.

Como el sol tocando mi puerta.

Como un Jesús disfrazado de bendigo.


He de esperar, ya vendrán mejores épocas dijo mi madre.

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