sábado, 16 de septiembre de 2017

Las Santas

La cena blanca de las hermanas Milla, sopa, frutas, champagne, cubiertos y servilletas, Margarita se pone el velo sobre la cabeza porque Don Antonio es ateo y ella tiene que orar y obedecer lo que dice en las santas escrituras, sobre un varón en la mesa rodeada de creyentes de diferente lengua sin embargo con la misma sangre guinda y pecadora.

Termina la madre de orar y agradecer por los alimentos, sus descendientes empiezan a beber la sopa ya bendecida y las miradas se tropiezan pues ellas saben que Satán está presente en la merienda.

Una hermana recuerda que le deseó muerte a su esposo, la otra recuerda su euforia, egoísmo y vanidad, la muy otra recuerda que tiene que ser la envidia hecha mujer, la poca otra recuerda que su nieto es poeta, hay un hermano de ellas que también comparte el postre, bohemio el pobre, amante de la ginebra, buen tipo y fastidiado por la codiciosa, la misma que mencione hace un momento.

Descorchan el champagne, emana la hipocresía envuelta en amor, ríen y ríen hablando de sus predicaciones, sueltan un par de chistes, agradecen, piden permiso, luego se levantan continuando con el día.

Cayó la noche y solo ellas saben que tan cerca estuvo la víbora.

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