martes, 20 de febrero de 2018

Ensueño de armario e infantería

Se acercaba la brújula con piernas y nadie tenia la suerte comprada,
está sí, al igual que la vida como si fuera la musa de un poeta.

Saltimbanqui me llamo el juez de las marionetas
que no se afeitaba la barba por ser tan serio consigo mismo
tal vez los cuentos que le fanfarroneaban no fueron creíbles,
pobre pinocho que en su tin tin merecía hojas al viento,
mentira... largaba hombres alegres de la verdad.

Y en la mesa redonda junto al piano
¿que tenia que hacer el verso en el individual?
los alimentos no se desperdician camarada
y menos cuando estamos en guerra civil.

Las llaves fascistas caminaban sobre la ventana
exigiendo la libertad de los secretos.

Una misma voz de zancadilla apago el fósforo
que se prendía en mi colina de sueños quebrados.

Se cayo todo, incluso con el dios mismo.

¡Vaya cataclismo que la tierra onírica presencio en sus bastos!

Mordía mi rosado labio de buen niño lleno de vida,
pensé que había logrado observar el torso metálico y grasoso de mi protector
pero fueron simples premoniciones que penetraban a secas mi infantería
pues a pesar de la experiencia mis rodillas susurraban cuando las doblaba
porque aun lamían la espalda del miedo
pero no era impedimento para seguir creciendo junto al árbol.

Me estoy volviendo viejo o querré decir... mas sabio.

Estaba dedicado a leer mis visiones sobrenaturales
como aquella vez en que la lechuza del alba me trajo un mensaje
que mi madrugada descifro a rasgos de cuartos menguantes.

¿Que había en la taberna de las musarañas?

Mi delirio guardado en el armario de las libélulas.

Azul y queso, como el aroma de la pasta.

Desperté.







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