miércoles, 11 de abril de 2018

Veranos

Los tres hombres buscaban justificar los sables con tu nombre.

Tus lágrimas no eran magia suficiente para los Aladinos.

Tu sangre hervía ¡Diana!

Como no asesinarte y robar tu alma que nunca le vendiste al demonio,
ahora el me buscara a mi y mis cómplices.

Como no frotar tu rostro como una lámpara,
el suspiro otoñal de la guirnaldas muertas
atraviesa el camino de mi oído como si me quisiese cascar de ti,
de tu imagen, oh cadáver ido y tan bello.

Se ha disuelto el oro en escarlata
cuando tu pestaña recosto sus sucias pardas.

Me encarecería penetrar tu cuerpo
aún sigue habiendo fuego en tus ojos,
tus manos sigues firmes
tus piernas llenas de gracia
tu aliento de lago hambriento
el hierro en tus labios
la mayor fortuna para el Sultán.

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